lunes, 4 de octubre de 2010

Crónica de un llamado

El 3 de octubre es un día muy especial para mí, una fecha que me emociona profundamente y que, pese a todo, consigo celebrar llena de júbilo, de gozo, de gratitud. Fue la noche de un 3 de octubre cuando me encontré con el Santísimo Sacramento en la primer vigilia de la Adoración Nocturna a la que asistí...

Es curioso, pero a lo largo de mi camino de fe he aprendido que las cosas de Dios no siempre son "serias", ni "correctas" y muchas veces están lejos de toda solemnidad y son más un chiste que otra cosa... ¡Dios tiene un sentido del humor increíble!...

El día 4 de octubre es la fiesta patronal de mi parroquia, dedicada a San Francisco de Asís; pero no es un día que yo siguiera con frecuencia, es más: ni siquiera asistía a misa. Para mí era una fecha muy poco significativa; como buena mexicana conocía más el 12 de diciembre y las mañanitas a la Virgen de Guadalupe, jeje.

Ocurrió que por aquellos días asistía yo a Talleres de Oración y Vida (los del padre Larrañaga) y por aquellos días también, estábamos en la etapa de búsqueda de apostolados. Era la tercera vez que cursaba el taller, y las veces anteriores no había buscado ningún apostolado y ciertamente, esa tercera ocasión tampoco pensaba hacerlo. La verdad, la verdad, yo no entendía ¿porqué tenía que hacerlo? (soy lenta) y, bueno, tampoco entendía la emoción de los compañeros que comentaban los diferentes apostolados y lo mucho que ansiaban integrarse a tal o cual grupo o movimiento; sinceramente: a-mí-no-me-gustaba-ninguno...

Ocurrió también por aquellos días que andaba yo navegando en internet en la búsqueda de testimonios de conversiones al catolicismo (estaba en mi fase apologética XD) y, sin querer me topé con una página donde un español narraba el cómo su padre había sufrido un prolongado período de prisión durante la dictadura de Franco. El señor era adorador y había sido apresado camino a una vigilia, me parece recordar que debido a que existía toque de queda o algo así. Después leí otro testimonio de otra persona (me parece que de México), que había sufrido también prisión por una causa similar. No era algo que me interesara demasiado; pero recuerdo haber pensado "¡quién anduviera arriesgándose así nada más por ir a la Iglesia!, total, si dicen que no se puede salir de noche pues que no salgan y ya!"

La cosa no paró ahí, sino que por aquéllos días también, escuché una conversación con una señora durante una fiesta. La señora nos contó su vida al lado de su marido, que tomaba mucho y que además era violento y en ocasiones la golpeaba. No recuerdo muy bien todo lo que dijo; pero recuerdo muy bien un episodio que nos contó: tenía que ir a una vigilia, su marido llegó tomado y, como solía hacerlo, le prohibió salir; pero ella se escapó pensando que "total, si me quedo como quiera me va a lazar y arrastrar y si no me alcanza a lazar, pues ya la libré, a la Iglesia no me va a ir a buscar" (porque la lazaba y luego la arrastraba con el caballo... como a los animales). Y así lo hizo: la cuerda no la alcanzó y ella pudo irse a su vigilia. En aquel entonces en su sección las mujeres tenían permitido velar toda la noche, de la misma manera en que lo hacen los varones. Y aquí si dije: "¡Qué valor!".

La Adoración nocturna no me era desconocida: siempre observaba a la gente con distintivo y sabía que eran de un grupo llamado adoración nocturna, les veía en una que otra ocasión en que iba a la Iglesia, desfilar atrás de una bandera blanca, conocía a algunas personas, sobre todo mujeres, amigas de mis papás; pero eso era todo. Aunque tras escuchar y leer estos testimonios de arriba no pude evitar preguntarme muy en el fondo ¿qué? ¿qué motiva a estos hombres y mujeres a arriesgarse tanto, incluso hasta a dar la vida? y no pude evitar sentir que a mí me faltaba algo así de importante.

Mi abuela paterna también era honoraria y, cuando nos visitaba, lo que más me llamaba la atención era que, cuando todos dormíamos, se levantaba y agarraba su libro negro (que ella le decía "ritual") y se iba ante el altar a rezar y cantar (Obvio que nos despertaba, porque cantaba fuerte jaja). Creo que ese es uno de los recuerdos más preciados para mí: a mí me gustaba que nos visitara mi abuela, me gustaba verla rezar de día y de noche con su librito negro y pensaba que era muy hermoso rezar cuando todos dormían, despertar en mitad de la noche y dirigirte ante el altar. Yo creía que era increíble. Me imaginaba que daba mucha paz; la imagen de mi abuela era muy pacífica. Al contrario de lo que mucha gente joven y mayor pensaba respecto a que rezar era perder el tiempo, a mí, cuando veía a mi abuelita, se me figuraba como que rezar era estar haciendo algo muy importante.

Jamás se me pasaba por la cabeza que orar fuera "hablar con Dios".

¿Porqué es importante todo esto? Porque tal vez así entiendan un poco el porqué, cuando durante un receso en los talleres, me preguntaron a qué grupo me gustaría unirme, respondí sin vacilar: "A la Adoración Nocturna".

Respondí así por varias razones y aquí donde está el chiste entre Dios y yo:
    -La adoración era un grupo que ninguno había mencionado (eso me garantizaba que, de entrada, quizá ni lo conocían)
    - por lo que sabía, la adoración nocturna era de noche, así que, de entrada, no me iban a dar permiso en mi casa de formar parte del grupo.
    -Sinceramente hablando: no creía que ninguno de los presentes supiera mucho sobre adoración nocturna o le interesara, así que supuse que tan pronto nos despidiéramos del taller y cada quién se fuera al grupo elegido se olvidarían del asunto... y de mí y de que no había elegido grupo XDDD.
Supuse muchas cosas, todas relativas a mi deseo de permanecer "fuera" de la Iglesia un ratito más en tanto se me solucionaban algunas dudas, hice algunos planes respecto a cursar en el futuro, por cuarta vez, Talleres de Oración (estos sí me gustaban porque nada más eran 16 semanas y ya); pero nunca, jamás, conté con que tan pronto pronuncié las palabras "adoración nocturna", una tallerista diría emocionada: "¡Qué bueno manita! ¡Así te quedas ahí con nosotros y ya vamos a ser más!"

¡Plop!
¡Sopas!
¡Zaz!

A la señora (de unos sesenta años) no se le olvidó y, tan pronto salimos ese día del taller, me dijo: "Vienes a la vigilia manita, es este tercer sábado de mes ¡No faltes!".

¿Vienes?... "¡Mangos!" dije yo, y no fui, pese a que el tercer sábado todo el día pensé y pensé y pensé que sí quería ir para ver como era, que era lo que hacían mi abuela y mi tía al ir a las dichosas vigilias con su ritual color negro. Al final no fui, y tan pronto ví otra vez a la señora me dijo: "No fuiste manita; pero el día 3 ves si puedes".

El día 3 estaba ya cercano, y por supuesto que sabía que la fiesta patronal era el 4, así que pensé que estaba en un error la señora y le pregunté si "tres" o "cuatro" y ella me confirmó que el 3.

Recuerdo ese día 3: salí del servicio social a las 6 y el autobús hace una hora. Mientras iba en el autobús recordé que era 3 y que otra vez me habían dicho de la vigilia y que, ya más por compromiso que por otra cosa, mejor debía ir. Pensé: "Pues voy, digo que no me gusta o que no tengo tiempo o que no me dan permiso, y ya"

Así, tomada la decisión, me fui directamente a la iglesia. Llegué, como muchas me conocían me invitaron a cenar, pero no quise (XD no sabía que los adoradores daban de cenar ese día porque tenían invitados), entré al salón, busqué a la señora que me habían invitado; ví que había muchísima gente y varias banderas blancas, luego ví que todos se formaron y la señora me dijo: "vámonos al templo". Entramos al templo, que estaba semi-iluminado, y todos hicieron una fila, y luego llegaron las banderas. Los abanderados comenzaron a entrar y entonaron el "Vexila Regis":

¡Fue un momento mágico! ¡como estar en otro mundo! Las voces de todos siguiendo el canto que no entendí ni "j" pero supe que era latín (aquí pense: "por aprender ese canto yo si vengo... al menos mientras me lo aprendo" XD), luego, ví que comenzaron a cantar, y todos se pusieron de rodillas, llegó el sacerdote y se fue a un lado del templo de donde sacó una cajita dorada y luego puso la hostia en la custodia.

A mí no me gustaba estar de rodillas; pero en ese rato ni lo pensé dos veces y me arrodillé; luego, escuché la oración y cada cosa que seguía me gustaba más y más. Así pasó toda una media hora... y yo seguía de rodillas. Luego... ¡Me acordé que no les había avisado en la casa que iba a pasarme derecho a la iglesia!

Estuve como diez minutos pensando entre que si me quedaba hasta el final (¡no quería irme!) o me iba porque mis papás se preocupaban pensado que me había dejado el autobús porque en la noche luego ya no hay corridas y pues, ni modo, con todo el dolor de mi corazón me vine a la casa U.u

El tercer sábado siguiente me acordé de que la señora me había dicho que todos los terceros sábados había vigilia, pero me dio penita ir y ver si era cierto y además pensé que como quiera no me iban a dar permiso en mi casa, así que mejor ni hacerme ilusiones. Pero, como quiera, la espinita ya la tenía clavada y no pude evitar preguntar a otras señoras que conocía del grupo ¿cuándo era la vigilia? y una de ellas me dijo: "Este día 11 de diciembre (víspera del día de la Virgen de Guadalupe) tenemos una".

El 11 de diciembre, día exacto de la segunda parte de la broma entre Dios y yo, estuve en la iglesia a la hora prevista, pregunté por los adoradores y me mandaron a un salón, luego fuimos a la oración y, cuando todo terminó, regresamos al salón. Ahí, mientras trataban algunos asuntos, la hermanita que me había invitado la primera vez me dijo:"Si te gustó, vamos con el presidente, le avisamos que quieres entrar y te anota como aspirante".

Yo le respondí que iba a pensarlo y, de hecho, estaba ya dando un paso hacia la puerta para retirarme, (la hermanita y yo estábamos hasta atrás, la puerta estaba a unos tres pasos de mí) cuando escuché a otra señora decir allá enfrente: "Hermanos, pónganme atención, se me había pasado decirles que tenemos una nueva aspirante..."

¡Plop!
¡Sopas!
¡Zaz!
...
¡Así se las compone Dios...!

***
Conclusión: creo que yo no quería; pero Dios sí... n_n

PD: ¿El permiso? Pues ahí sí que no pedí, no más avisé.
¿El canto en latín? todavía no me lo sé muy bien, pero sigo practicando... ¿Será por eso que no me he salido todavía del grupo?Y aunque no me pregunten, como quiera lo digo: si llegáramos a estar en toque de queda, igual me arriesgaría a ir al templo durante la noche...
¡Ah! Y puedo decir que, aunque el Santísimo Sacramento siempre está hermoso, nunca, ni siquiera expuesto durante un Congreso Eucarístico Internacional, me ha parecido tan hermoso como aquella noche de un 3 de octubre...

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