lunes, 3 de diciembre de 2012

Espigas Milagrosas

Año 513, Seleucia Anatolia

Habitaba en Seleucia un rico comerciante, severiano*, aunque no hostil a la Iglesia romana.

Entre los varios criados que le prestaban servicio había uno muy ferviente católico, que tomó en Jueves Santo la Sagrada Comunión, y habiéndose llevado, como era costumbre de aquellos tiempos, otras santas Formas envueltas en blanco, finísimo, lienzo, las depositó en un armario para cuando quisiese comulgar o llevarlas consigo, caso de tener que empreder algún viaje.

Después de Pascua, recibió la orden de ir a Constantinopla por cierto, urgente, negocio, y al ponerse en camino, olvidado por completo de los santos Misterios, entregó la llave del armario a su dueño.

Al poco tiempo, como el comerciante abriese el tan preciado mueble, que a manera de Tabernáculo guardaba la Joya más rica de cielos y tierra, halló el inmaculado lienzo que envolvía las sacrosantas Hostias, y a su vista experimentó gran turbación de espíritu, no sabiendo qué hacer. "Comulgar" decía entre sí mismo, "me lo prohibe la doctrina severiana que profeso; despreciarlas, no lo consiente mi corazón, porque todo lo que atañe a la Religión Católica merece mi respeto... ¿Qué haré?... Las dejaré intactas hasta que mi siervo vuelva... quien, sin duda alguna, las recibirá en Comunión".

Llegó el día solemne de la Cena del Señor, y como el criado no hubiese vuelto todavía de su largo viaje, le pareció al dueño sería conveniente quemar aquellas antiguas Formas a fin de que no permanecieran por más tiempo encerradas; pero ¡oh prodigio!, al abrir el armario ve con asombro que habían germinado y producido un ramillete de hermosas y doradas espigas de trigo. 

Atónito, y espantado por tan grande maravilla, convoca al momento a todos sus domésticos, y clamando "Señor, ten piedad de nosotros", se dirigen en procesión a la iglesia para presentar las milagrosas espigas al  obispo Dionisio, declarándole el portento sucedido visto de innumerables personas de todas edades y condiciones; y mientras unos repetían "Señor, ten piedad de nosotros", otros daban incesantes gracias a Dios por tan raro prodigio, que motivó la conversión de muchos a la fe ortodoxa.


(Baronius, Annales Ecclesiastici, tomo 6, pág. 626, litt. b.c.)

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Fuente: Traval y Roset, Manuel. "Milagros Eucarísticos" 4a edición. Apostolado Mariano. Sevilla. ISBN: 84-7770-149-0

* Severiano: perteneciente a la secta de los Severos. 
Surgida del Encratismo durante el siglo II, esta corriente (citada por San Agustín en su obra "Las Herejías") se distinguió por profesar un riguroso ascetismo prohibiendo tanto la consumición de vino (celebraban la Eucaristía con agua) y de carne, como así también la ostentación de riqueza. Tildaron la práctica  matrimonial como una exaltación de la materia y por ende del mal. Sólo aceptaban como inspirados los libros de Moisés y los Profetas (en el Antiguo Testamento) y los Evangelios (en el Nuevo Testamento).

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