lunes, 13 de septiembre de 2010

Me basta...


Hay días extraños, en que es difícil todo; por muy fácil que pudiera parecer a simple vista o por muy fácil que les resulte a otros... para mí es difícil. De cuando el cuando el mundo se mueve de su eje habitual y me deja flotando en la ingravidez de la incertidumbre; sin embargo, hay una cosa que siempre, desde que la descubrí, me permite sortear las tormentas y permanecer de pie estando, al mismo tiempo, de rodillas.
Pocas veces, desde aquella lejana primer vigilia de mi vida, he encontrado difícil visitar el Sagrario y al Santísimo Sacramento en él reservado. Es curioso; pero desde aquella primer vigilia de mi vida siempre he tenido claro que lo que hay ahí no es un objeto, ni una cosa... sino Dios mismo, Dios entero, Dios eterno.
¿Como, pues, dejar de ir a postrarme en su presencia? Lo hago aunque me cueste dar un paso tras otro cuando enfermo de asma, lo hago cuando estoy tan fatigada que apenas puedo sostenerme en pie, lo hago cuando la tristeza y el desconsuelo se apoderan inexplicablemente de mí; lo hago cuando viajo, antes de partir o nada más llegar, aún si es ya tarde, mientras esté una iglesia abierta, el Señor puede contar con que llegaré ante él, quizás nada más para persignarme y decirle "Hi!" (sí, en inglés porque es más corto y estoy cansada =P); lo hago cuando estoy tan feliz que deseo que Mi Dios se alegre conmigo, o cuando tengo algún deseo especial qué poner en sus manos o qué consultarle alguna decisión importante porque ¿Acaso no hay que ir corriendo a ver a nuestro mejor amigo cuando estamos felices o algo importante ha sucedido en nuestras vidas?... ¡Uy! hasta me acuerdo haberlo visitado también durante la desconcertante jornada de la influenza, cuando algunas iglesias permanecían vacías o con pocos ocupantes; me da pena admitirlo; pero cuando empezaron a pedir que no se saliera de casa y que no hubiera reuniones de grupo, no me preocupé tanto por lo que pudiera pasarnos a todos, sino que lo primero que pensé fue ¿Y quién va a venir a ver a Jesús?
En fin que creo que, si de visitar a Jesús en el Santísimo Sacramento se trata, lo haré siempre, mientras viva... oro cada día porque así sea, ya que esto no depende sólo de mí, sino que es una especial gracia del Señor concederme el gozar de Su Presencia cada día =P.
Hubo ocasiones en que no fue así; hubo tiempos en que la palabra Eucaristía no formaba parte de mi vocabulario y, después, cuando comencé a acercarme a la fé, hubo momentos en que ni siquiera sabía que el sacerdote reservaba la Santa Hostia en algún sitio; hubo momentos, cuando ya sabía Quién se encontraba en el tabernáculo, en que tampoco presté atención a mi ministerio como debía; aún hay días en que no puede ser así debido a las circunstancias y contratiempos en mis viajes; pero espero encontrar alternativas a ello para no dejar un día sin visitar al Señor... Sueño con que llegue el momento en que no pase un sólo día sin que Él y yo nos encontremos, nos miremos en la intimidad del recinto del tabernáculo...
La visita a Jesús Sacramentado es algo que llena mi vida como ninguna otra cosa lo hace. Es verdad que la Celebración Eucarística es el centro de mi vida cristiana y que sin tal Celebración no sería posible gozar de la Presencia Real de Jesús en el Santísimo Sacramento; pero nada iguala la intimidad que se logra entre el alma y su Creador en la soledad del Sagrario. Sólo al visitar a Jesús Sacramentado he aprendido a apreciar, poco a poco, la magnitud del milagro que ocurre cada vez que es celebrada una Santa Misa. Sin la visita a Jesús, mi encuentro con Él en cada Eucaristía no sería tan emocionante, ni tan íntimo, lleno de significados difíciles de explicar. Al visitarlo añoro el momento en que le recibiré y al recibirlo... ¡no puedo esperar para ir a su encuentro en la soledad del Sagrario!
Y es que esto es así: el Sagrario es ante todo soledad, un encuentro privado, una cita de amor en lo secreto; una conversación entre enamorados que no quisiera que terminara nunca...En los momentos más inciertos de mi vida, en aquellas etapas en que la oscuridad amenaza con engullirme, me basta postrarme ante Su presencia, la Presencia del Dueño del universo y de mi vida, y saber que Él está ahí para mí, para todos también, pero nunca para otros como para mí, porque, cada alma es única; así pues, la relación de cada alma con su Dios es única y especial. La relación que Él tiene conmigo no la tiene con nadie más...
Me basta saber que Mi Dios me espera siempre en la soledad del Sagrario; que aguarda por mí para llenarme de ternura e inundarme del amor que guarda sólo para mí. Me maravilla saber que es el mismo amor que tiene a todos los seres humanos, a cada uno de ellos, a todos cuantos han existido y existirán en este mundo...
Ojalá que todos acudiésemos a Su silencioso llamado...Creo que nada Le haría más feliz...Igual que a nosotros... ^_^

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