martes, 1 de enero de 2013

Santa María, Madre de Dios


Fresco en la capilla de la Inmaculada Concepción,
Santuario de Santa Ana de Beaupré, Canadá


María, mi Madre


María, Madre mía, Madre de Jesús, Madre nuestra, para sentirme unido a Jesús y a todos los hombres, mis hermanos, quiero llamarte Madre nuestra. Ven a vivir en mí, con Jesús tu Hijo amantísimo, este llamado de renovación total, en el silencio y en la vigilia, en la oración y en la ofrenda, en la comunión con la Iglesia y con la Trinidad, en el fervor de tu Magnificat, en unión con José, tu santísimo esposo, en tu humilde y amoroso trabajo de llevar a cabo el testamento de Jesús, en tu amor por Jesús y José, por la Iglesia y la humanidad, en tu fe inquebrantable en medio de tantas pruebas soportadas por el Reino, en tu esperanza–que actúa ininterrumpidamente–de construir un mundo nuevo de justicia y de paz, de felicidad y de verdadera ternura, en la perfección de tus virtudes, en el Espíritu Santo, para llegar a ser testigo de la Buena Nueva, apóstol del Evangelio.

Continúa, Madre, obrando en mí, orando, amando, sacrificándome; continúa haciendo la voluntad del Padre, continúa siendo la Madre de la humanidad. Continúa viviendo la Pasión y la Resurrección de Jesús. ¡Oh Madre, me consagro a Ti, todo a Ti, ahora y para siempre. Viviendo en tu espíritu y en el de José, viviré en el espíritu de Jesús, con Jesús, José, los ángeles, los santos y todas las almas. Te amo, Madre nuestra, y compartiré tu fatiga, tu preocupación y tu combate por el Reino del Señor Jesús. Amén!

[En el aislamiento de Hanoi
(Vietnam del Norte) 1 de enero de 1986
Solemnidad de María Madre de Dios.
Card. François–Xavier Nguyen Van Thuan.]


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