domingo, 19 de mayo de 2013

El don de Consejo

El don de consejo es la capacidad para saber orientarse en la complejidad moral de la vida.

    "El don de consejo es el acudir prácticamente a los motivos de fe al obrar"
    "A los hijos de Dios se les atribuye el don de consejo, por cuanto su razón es instruída por el Espíritu Santo acerca de las acciones a realizar"
    Santo Tomás de Aquino.

Los conflictos entre los deberes son frecuentes desde siempre, sobre todo en la vida de hoy. La moral no consiste simplemente en obrar el bien y evitar el mal. Si así fuese, todo sería más fácil. El problema es inmensamente más complejo, porque es menester preguntarse: ¿en esta determinada circunstancia, qué cosa es realmente buena y qué cosa es realmente mala? Y, en particular, entre dos cosas buenas que contrastan, se excluyen, ¿cuál debemos elegir? Y, ¿cómo portarnos frente al mal menor cuando es precisamente el sólo mayor bien posible? ¿cómo decidirnos, en general, en las complejidades de la vida, en el cruce de opiniones, en el choque de las culturas y de las morales, en la confrontación entre las religiones?

El don de consejo no es una varita mágica, pero enseña un camino para encontrar la luz y la paz, para asumir con valentía decisiones auténticas, sin aguardar meses y años en esperas frustrantes. Cuando se aplazan las decisiones porque no se sabe qué hacer y se prefiere no pensar en el asunto, y se sigue adelante con la ilusión de que luego alguno nos lo dirá, significa que falta el don de consejo.

El don de consejo es sumamente necesario al cristiano, particularmente por dos motivos.

1) A menudo las situaciones humanas son confusas, el bien y el mal se hallan mezclados, cada realidad puede ser comprendida desde puntos de vista diferentes que conducen a apreciaciones diferentes. En estas circunstancias el cristiano tiene necesidad de una agilidad interior, de la libertad de los hijos que ayuda a percibir con una especie de sentido estético qué cosa corresponde a la voluntad del Padre, al designio de Dios.

2) Con frecuencia, precisamente a causa de la complejidad de las situaciones humanas, nosotros estamos inciertos y dudosos, a veces angustiados, frente a ciertas opciones graves. El don de consejo nos permite ver todo a la luz de la eternidad, en el querer de Dios, Padre bueno; así aplaca las angustias, devuelve la paz del corazón, da la claridad para obrar.

La belleza del don de consejo es que forma personalidades fuertes, tranquilas, seguras de sí mismas, mientras la acción del espíritu del mal consiste en llevarnos a la tristeza, a replegarnos sobre nosotros mismos, a una confusión que bloquea la mente, a una ansiedad que lacera e impide decidirse, haciéndonos permanecer siempre en el mismo punto.

El Espíritu Santo comunica alegría. Por consiguiente, es menester aprender a distinguir entre alegría y tristeza del corazón, a analizar la diferencia entre placer superficial y alegría profunda, entre júbilo auténtico y caricatura del júbilo. La acción del Espíritu Santo que entra en nosotros con el don de consejo, nos lleva a la alegría verdadera, hacia la serenidad, hacia un entusiasmo sincero y hacia una acción valiente y límpida.

El don de consejo impulsa a buscar el bien porque Cristo ha resucitado y vive en medio de nosotros, y por consiguiente propone, defiende y promueve el bien.

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Adaptado de:
"Los dones del Espíritu Santo". Ejercicios espirituales para el pueblo. 
Carlo María Martini. Ed. San Pablo. Bogotá, 2008. 62 p.


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