lunes, 12 de noviembre de 2012

Peregrinación 2012 de la Arquidiócesis de San Luis Potosí a la Basílica de Guadalupe


¡No tengan miedo!
Con gozo y esperanza peregrinamos al Tepeyac, a la casa de nuestra madre, Nuestra Señora de Guadalupe

Fragmento del Mensaje de Mons. Jesús Carlos Cabrero Romero
Arzobispo de San Luis Potosí. Con motivo de la peregrinación anual de la Arquidiócesis a la Basílica del Tepeyac (Tomado del Semanario "La Red"):


Esta peregrinación, además de renovar nuestro amor filial es una oportunidad de expresarle todo lo que llevamos en nuestro corazón, como esposos y padres de familia, ante los escenarios que desde hace tiempo están pasando: ataques y campañas continuas contra la vida (el aborto), la falta de un trabajo digno y estable, que responda a las exigencias y bienestar de las familias, el divorcio, la violencia familiar que toma fuerza, sobre todo, en nuestras colonias populares y de periferia y en nuestras comunidades rurales. Hablarle a nuestra Madre del debilitamiento de nuestra fe y de lo débiles que están los valores humanos y cristianos en nuestros niños y jóvenes. Hablarle a nuestra Madre de la pobreza que vive nuestro pueblo, la falta de recursos para que nuestras familias vuelvan a ser patrimonio y garantía de un mañana mejor.

Todas estas y otras situaciones nos invitan a buscar a quien nos fue entregada como Madre. ¡Vayamos en peregrinación hasta su casa, ella nos está esperando!



Quienes tengamos la dicha de ir al Tepeyac debemos tomar en cuenta estas recomendaciones para vivir la Peregrinación como un acto de fe, de amor, paz y renovación de vida cristiana:

1) El peregrino no es un turista. Ve más allá de lo que le muestran los ojos. Ve la presencia de Dios, el amor de Dios.



2) Al marchar, el peregrino hace un gesto que indica que algo le falta. Decide dejar todo para encontrar lo único necesario, para ir al encuentro de quien le está esperando; en nuestro caso, nos espera nuestra Madre Santísima.

 
3) Al iniciar el camino hacia el Tepeyac, vamos preparando nuestro corazón para encontrarnos con nuestra Señora y renovar nuestra fe. Sabemos muy bien que allí encontramos fuerzas nuevas para continuar el camino de nuestra vida con más ilusión, con más fuerza, con más sentido... ¡más acompañados por ella!



4) Este acto es un compromiso de todo nuestro ser. Dejamos nuestras costumbres para ir a una cita, allí donde el Señor nos espera; allí donde Nuestra Madre nos tiende sus brazos. Dejamos de lado lo secundario y damos a entender con ello que sólo Dios basta.




5) La peregrinación es un tiempo de conversión. Ir en busca de Dios es querer hacerse disponible para dejarse encontrar por Él. El peregrino se desprende de lo que le estorba, se ofrece en su pobreza.



6) El peregrino está habitado interiormente por el encuentro con la Madre de Dios que le espera y con el que conversa por el camino... como los peregrinos de Emaús. Si el corazón arde con esa presencia, todo lo demás es secundario.




7) El peregrino mira y admira, pero ve más allá de las cosas. Acoge el mensaje que el Señor le dirige en esos lugares.








8) La peregrinación es un tiempo de oración: alabanza, admiración por lo que vemos, oímos, y todo eso nos lleva a la adoración del "Dios por quien se vive". Es decir, la peregrinación requiere interioridad y silencio para gustar, contemplar, orar, adorar y acoger.




9) La peregrinación, al igual que la vida, es una escuela de amor y caridad universal. Caminar juntos hacia una misma meta, al encuentro de la misma persona que nos espera, consolida los lazos fraternos mediante actos sencillos y concretos como compartir, ayudar, esperar, caminar al paso del otro.













10) La peregrinación es un tiempo de renovación en la esperanza: es señal de la búsqueda incansable de Dios a pesar de las dificultades del camino. Alguien nos espera al final del camino. "Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti".




Que Nuestra Señora de Guadalupe, venga con nosotros a caminar en cada día de nuestra vida y renueve e impulse y haga más fuerte en nosotros la llama de la fe, nuestro deseo de Dios y nuestro deseo de dar un sentido profundo a nuestra vida cristiana.



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